Para disfrazarse, le bastaba con sacarse la peluca
Para disfrazarse, le bastaba con sacarse la peluca
Para disfrazarse, le bastaba con sacarse la peluca
En 1696, Isaac Newton fue nombrado alcaide de la Casa de la Moneda, y más tarde director. Tarde en las noches, merodeaba por bares y tabernas de las zonas más sórdidas de Londres, reuniendo pruebas contra los falsificadores. Como era difícil probar este delito, pidió al Tesoro disfraces especiales para cumplir con el cometido. Se las arregló para ser nombrado juez de paz en 19 condados, un órgano jurisdiccional de bajo rango, con el objetivo de realizar en persona más de 100 interrogatorios de testigos y sospechosos. Se decía que eran diligencias de particular crudeza, algo que Newton debe haber aquilatado bien, pues ordenó que se destruyesen todos los registros. Así, este sabueso de las divisas logró procesar con éxito a 28 imputados. La falsificación se consideraba alta traición y se castigaba con la vieja costumbre de “ahorcado, arrastrado y descuartizado”.
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El caso más famoso fue el del escurridizo William Chaloner, quien falsificó cuantas monedas pueda usted imaginar, vendió consoladores para los aventureros de la sexualidad y trabajó como curandero, adivino y falso "agente provocador" anti-jacobita para cobrar recompensas del gobierno. Cuando Newton por fin logró apresarlo, Chaloner imploró clemencia en una sentida carta. No le iba a resultar con el religioso Isaac. Luego de ser ahorcado, fue públicamente destripado.
Fuentes
David Berlinski. "Newton's Gift: How Sir Isaac Newton Unlocked the System of the World". Ed. Simon and Schuster, 2000. ISBN: 9780684843926. Pág. 156 https://books.google.cl/books?id=dRvU0ubr_1oC&pg=PA156