La asunción del Messías: Catar ‘22

La asunción del Messías: Catar ‘22

La asunción del Messías: Catar ‘22

Uno comete muchos errores en la vida, dijo Blatter a propósito de la elección de Catar. La diferencia con otros es que de este sí había que hacerse cargo.

Para partir, la sociedad que acogía la vigésimo segunda copa del mundo exhibía un pobrísimo historial futbolero, tanto en rendimiento como en popularidad. Con tal de que los estadios de la liga local no inspiraran tanta pena los organizadores ofrecían 5 euros a trabajadores migrantes para que asentaran allí sus posaderas[i].

Por lo mismo, la infraestructura inicial era irrisoria. Solo un estadio era de envergadura suficiente para lo que tocaba organizar, y aun así fue renovado en profundidad. Los otros siete nacieron de las arenas vírgenes de la península arábiga. El más grandioso sería el estadio de Lusail, sede del partido inaugural y de la final, ubicado en una ciudad cuyo rasgo más distintivo es que… no existía al momento del anuncio y hoy ya es la segunda más poblada del país[ii]. El grueso del diseño de los estadios recayó en Albert Speer, hijo de aquel regalón de Hitler del mismo nombre que proyectó transformar Berlín en la megalomaníaca Germania.

La distribución de los nuevos recintos garantizaría un mundial de bolsillo. Solo 66 kilómetros separaban a los dos estadios más lejanos, con lo que nadie tendría que abordar un solo avión durante los 29 días de acción. Solo la contienda casera de Uruguay 1930, que nunca se movió de Montevideo, fue más compacta.

No es como que el hijo del arquitecto de Hitler tenga algo que ver, pero la edificación resultó ser una inconfortable espina para una nación que pretendía aprovecharse la cita arroparse de mundial. Casi todo fue levantado por migrantes, natural para un país en que 4 de cada 5 habitantes o 19 de cada 20 trabajadores es extranjero, misma dinámica que explica la dificultad supina para conseguir novia: por cada mujer hay 3,36 hombres (y 4,6 en el rango 20 a 24 años; suerte con ese Tinder). Un demoledor reporte de The Guardian informó que a menudo a los obreros se les negaba comida y agua, se les retenían los documentos de identidad y se les pagaba tarde o nunca, con lo que en la práctica la infraestructura de lo que debía ser una fiesta brotaba de una suerte de esclavitud del siglo XXI. Tiempo después el mismo diario analizó datos de embajadas y concluyó que 6.500 migrantes habían muerto desde la asignación de la sede y, aunque no todos estaban asociados al torneo, muchos laboraban en requerimientos futbolísticos. Amnistía Internacional comenzó a hablar de “trabajos forzados”.

Sin ánimo de justificar abuso alguno, al menos podemos agradecer que el resultado fue espectacular. Aire acondicionado en las gradas, climatizadores en el campo y en general un estándar más cercano a la exploración espacial que a los pichangueos fundacionales de Cambridge. Más les valía, porque Japón, uno de los postulantes vencidos por Catar, ofreció transmitir los partidos en formato holográfico si la tecnología estaba ya lo suficientemente madura, hasta con micrófonos desperdigados debajo del césped para difuminar aún más la frontera entre realidad y telecomunicaciones.

Con todo, el Horno Pérsico seguía asomando como el principal obstáculo. Científicos de ingeniería de la Universidad de Catar hasta anunciaron la posible creación de pseudo nubes artificiales, de estructura liviana de carbono y envueltas en un gas rico en helio. Cuatro motores alimentados por energía solar moverían la estructura mediante control remoto. A US$ 500.000 la unidad, llegar y llevar.

En lugar de desperdigar fantasías troposféricas la FIFA optó por un expediente más pedestre: desplazar el certamen al invierno, y de paso joder la agenda de cuanta liga uno pueda imaginar.

Ok, invierno, pero lo que no se podía resolver con mera magia programática era la prohibición del alcohol, ingrediente que para muchos occidentales es condición necesaria para que una fiesta sea una fiesta y una kermese escolar.  En 2013 la justicia cataría condenó a un barbero musulmán a 40 latigazos por infringir este precepto. Otra joda coránica de peliaguda administración era el carácter punible de la homosexualidad. Para las democracias liberales no resultó nada de simpático conceder vitrina a una sociedad que considera que no todo amor es amor. Durante las clasificatorias varios jugadores de Alemania, Noruega y Países Bajos lucieron denuncias en camisetas, y hasta se tanteó boicotear el evento. El mediocampista Joshua Kimmich puso paños fríos pero no porque no se justificara, sino porque “estamos 10 años atrasados”.

Con ciertas fisuras en la regulación para que los extranjeros no musulmanes pudieran beber alcohol, la globa comenzó a alterar sistemas nerviosos el 20 de noviembre, tras una ceremonia que incluyó recitación del Corán. El anfitrión cayó 0-2 ante Ecuador en un estadio que para los minutos finales estaba dos tercios vacío. Fue solo el primero de los tres fiascos del local. Catar fue el primero en perder su partido inaugural, en perder los tres partidos y en ser eliminado tras solo dos. Y eso que hasta jugó la Copa América 2019 para ganar rodaje, pese tener menos en común con América que Mahoma con el gin tonic.

A los argentinos se les asomó un vía crucis comparable tras caer en el debut contra Arabia Saudita, el rival más débil del grupo. Los sudamericanos venían de ganar la Copa América y llevaban 36 partidos invictos, así que los valientes que le apostaron a los saudíes se enfundaron 15 veces los depositado. Después los argentinos metieron un doble 2-0 a México y Polonia y se quedaron con el primer lugar de grupo.

Las sorpresas que sí cristalizaron fueron las eliminaciones en fase de grupos de Alemania (segunda vez seguida y segunda vez en todos los tiempos) y de Bélgica, que se presentó a la cita como número 2 del ranking FIFA. Los diablos rojos fueron eliminados por Croacia —ok, más que admisible— y Marruecos, que lideró el grupo. Un africano no lo conseguía desde Nigeria 24 años antes, en la única de sus seis apariciones que no le tocó grupo con Argentina.

El último grupo cerró con Portugal y Corea del Sur clasificados, y Uruguay y Ghana en la cuneta de las lágrimas. Cristiano Ronaldo se convirtió en la primera persona en henchir redes en cinco mundiales diferentes.

Los octavos largaron con representantes de cinco continentes por primera vez. Esta etapa dejó una memorable destrucción del cerrojo suizo, apaleado 6-1 por Portugal, y la inesperada clasificación de Marruecos a expensas de España. El resto se dio más o menos de acuerdo con la lógica, aunque el vicecampeón Croacia solo en penales pudo superar a Japón, otro campanazo del crecimiento de Asia.

Argentina y los Países Bajos animaron el encuentro más caliente de los cuartos. En medio de un reguero de tarjetas, Messi celebró el 2-0 parcial a los 73’ burlándose de las orejas de Van Gaal. Los minutos siguieron corriendo y, cuando ya parecía todo sellado, los naranjas enchufaron una pepa a los 83’. Dos minutos después, tras un foul, Leandro Martínez chuteó un pelotazo furibundo directo hacia la banca neerlandesa, y gatilló una trifulca que recordó el peloteo de cualquier potrero sudamericano sobrerregado de vino. Una vez amainada, el árbitro concedió 10 minutos extra, y a los a los 101’, una cifra que debiera servir para contar dálmatas pero nunca para marcar el minutaje, los europeos capitalizaron un tiro libre con un sorpresivo pase a uno de sus hombres en la barrera. Siguió una definición a penales marcada por tácticas intimidatorias por parte de ambos bandos. Ganó Argentina 4-3. 18 amarillas y una roja fue el cómputo final. A las batallas de Burdeos, Berna, Santiago y Nuremberg, el buen bibliotecario del fútbol añade a sus anaqueles la Batalla de Lusail. Ni en camarines terminó de amainar la beligerancia. Mientras brindaba una entrevista Messi le espetó a Wout Weghorst, autor de los dos goles, “¿Qué mirás, bobo? ¿Qué mirás, bobo? Andá pa’ allá, bobo”, pasto para un caudal de memes que hizo hervir los servidores de WhatsApp.

Menos acontecida fue la victoria de Marruecos sobre Portugal, lápida definitiva al sueño mundialero de Ronaldo. Lo mismo Croacia sobre Brasil, tras un partido cuyo marcador se abrió a los 105’+1 y se cerró a los 117’. Inglaterra vio enterrado una vez más sus sueños de bi a causa del 1-2 que le encajó Francia, el campeón defensor. No hubiese sido posible sin dos precisas asistencias de Antoine Griezmann, el hombre cuyos tres hijos nacieron un 8 de abril de diferentes años.

Varios ya pensaban que podía repetirse el Francia-Croacia de cuatro años atrás, pero Argentina le chantó un solidísimo 3-0 a Modrić y sus secuaces. El tercero fue de Álvarez en el papel, pero de Messi en obra y espíritu: en un carrerón desde mitad de cancha, ganó una línea de fondo imposible y la dejó servida. Quizás lo mejor del 10 en sus cinco mundiales. Francia en cambio sí cumplió, y acabó con la esperanza del descollante Marruecos, la primera escuadra africana y la primera árabe en trepar hasta esta etapa.

Así que el 18 de diciembre, en la ciudad hasta anteayer inexistente de Lusail, el campeón vigente salió a defender su corona contra la Scaloneta[1], y Messi a batir el récord de Lothar Matthäus de número de partidos mundialeros disputados (26). 89 mil personas observaban en cuerpo y alma y otros 1.500 por televisión, lo que incluye por supuesto casi la totalidad de los argentinos, si bien con la notoria excepción del más conspicuo de ellos: el papa Francisco. No ve televisión desde el 15 de julio de 1990, fecha de una promesa sellada con la Virgen. Un miembro de la Guardia Suiza es el encargado de informarle los resultados del San Lorenzo de Almagro y de mantenerlo actualizado sobre la tabla.

A los 36’ los sudamericanos ya iban 2-0 arriba, tras un penal y un contragolpe fulminante que Di María conectó de modo soberbio. El tiempo discurrió y discurrió sin que Francia pudiera hacer daño, y cuando el cronómetro avisaba que quedaban solo diez ya nos parecía que todo esto se había resuelto con grado de eficiencia y velocidad incompatible con el ardor que pedimos del fútbol. Y en eso, Mbappé embutió un penal. ¿Se imaginan? Nooo, se sabía que Argentina-Países Bajos y Croacia-Brasil ya habían quemado los cartuchos de empates al filo… hasta que, 97 segundos más tarde, el mismo Mbappé ensartó una volea gloriosa.

A guardar esos fernet. Alargue.

A los 18 minutos Messi metió un derechazo que no gritamos a tiempo porque Koundé la sacó desde dentro, pero gol sin duda alguna. Quedaban solo 12’, nadie puede forzar tanto la mano del destino ¿cierto? Falso: Mbappé marcó el primer hat-trick en una final de Mundial desde Geoff Hurst en 1966, y derivó el desenlace a penales, tal como en 1994 y 2006.

Emiliano Martínez, el portero argentino, perseveró en las artimañas psicológicas desplegadas ante los neerlandeses. Aunque nunca sabremos si hizo o no la diferencia, sí sabemos que dos franceses farrearon la oportunidad de defender un mundial por primera vez desde 1962 e hicieron explotar de gozo a medio de planeta.

A 3931 kilómetros de distancia, en la capital, cientos de miles de fanáticos, muchos de ellos vistiendo la albiceleste, contemplaban a la selección de sus amores en pantallas gigantes callejeras. Tras el cuarto y definitivo penal convertido por Gonzalo Montiel, estallaron en huracanes de gozo. “No sé por qué lloro, pero lloro por él”, exclamó Nafiun Rahman Zian, un musulmán de 18 años fanático de Messi.

Si el nombre y perfil no calza con su molde mental, es porque no le he aclarado que ese hombre no es argentino, y esa capital no es Buenos Aires, sino Daca. Los bangladesís son casi más fanáticos de la selección argentina que los argentinos. Parte de esta tele-afición data del legendario Argentina-Inglaterra de México 86. Los habitantes de esta excolonia británica empatizaban con los vencidos en la Guerra de las Malvinas, y de seguro otro poco habrá puesto Diego con sus dos dianas, ambas imborrables por motivos tan pero tan diferentes.

Si eso ocurrió en Bangladesh imagine en Argentina, donde se encuentra al hincha que exhuma el cráneo de su abuelo para que participe desde la ultratumba en los festejos de su club[iii]. Y ni le digo en Rosario, tierra natal del capitán, donde ocho años antes el director provincial del Registro Civil tuvo que salir a aclarar que se prohibía “Messi” como nombre de pila. Nadie se quedó en casa. Adultos lloraron, extraños se abrazaron y amigos se besaron. Hordas zapatearon sobre techos de paraderos, autos y buses (en movimiento o no), o escalaron postes, árboles, gigantografías publicitarias y semáforos. Si una civilización extraterrestre hubiese aterrizado en ese momento su confusión respecto al primate dominante habría sido total. En Buenos Aires las multitudes caminaron hacia el Obelisco como atraídos por un campo gravitatorio irresistible, resueltos a entrar en comunión con sus hermanos en la gloria. Algunos treparon la valla que rodea el monumento, aparecieron en la punta sin protección alguna y arriesgaron el pellejo a 67 metros del suelo.

La selección aterrizó dos días después y, como anotó El País, “Buenos Aires vivió el mayor evento de movilización popular de su historia, y eso es mucho decir en un país que ha forjado su identidad política en la calle”. Era tal la magnitud del océano de bípedos enfervorizados que se resolvió que la comitiva con los héroes no pasara por el Obelisco, ante el peligro de quedar atrapados en abrazo de éxtasis eterno. Optaron por una autopista, y el solo rumor atrajo una invasión de cientos de miles. Dos personas se lanzaron al bus desde un paso sobre nivel. Pronto se hizo evidente que ninguna ruta terrestre era compatible con el delirio, la caravana se desvió hacia un helipuerto y la peregrinación continuó por el firmamento. Ahora sí, la multitud en el Obelisco pudo rendir pleitesía a sus dioses paganos. En especial, por supuesto, a Messi, el capo de ese panteón, que abrochaba así una carrera en roce con la perfección, que atenazaba al fin la copa que nunca pudieron Cruyff, Di Stefano ni Cristiano Ronaldo.

En Catar, por el contrario, una vez acabado este paréntesis el fútbol volvió a su espacio accesorio en el ancho de banda mental. O sea, un poco más arriba, pero no demasiado. De los famoso ocho estadios, todos menos uno fueron desmantelados o modificados en profundidad.

Fin del último mundial con 32 equipos. Ya veremos qué infladura de redes nos traen los 48 que animarán Norteamérica en cuatro años más.

[1] Así apodada en honor a su técnico, Lionel Scaloni

[i] Migrant workers in Qatar: “We’re paid to attend football games”. France 24, 14 de marzo de 2014 https://observers.france24.com/en/20140314-migrant-workers-paid-qatar-football

[ii] Brandon Griggs. “2022 World Cup city rises in the desert”. CNN, 19 de agosto de 2014 http://www.cnn.com/2014/08/19/tech/innovation/city-of-tomorrow-lusail/

[iii] “Un seguidor del Racing de Avellaneda lleva el cráneo de su abuelo a la celebración de la Superliga”. Marca, 1 de abril de 2019 https://www.marca.com/tiramillas/actualidad/2019/04/01/5ca21d00268e3e9a538b4830.html

Comparte!

Vota!

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas6 Estrellas7 Estrellas8 Estrellas9 Estrellas10 Estrellas
(No hay votos aún)
Loading...

Fuentes

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *