“Bueno, si sacrificamos ovejas pasamos las penas con asado de cordero”

“Bueno, si sacrificamos ovejas pasamos las penas con asado de cordero”

“Bueno, si sacrificamos ovejas pasamos las penas con asado de cordero”

Joe Gaetjens frente a la valla inglesa, 1950. Las más hábil de las ovejas de sacrificio

En la víspera del mundial de Brasil de 1950, Inglaterra venía de batir 4-0 a la poderosa Italia, bicampeona del mundo, y 10-0 a Portugal en Lisboa. Las casas de apuestas pagaban 3:1 por Inglaterra como campeón del Mundial, y 500 a 1 por Estados Unidos, de su mismo grupo. Bill Jeffrey, el entrenador de los norteamericano cuyo sueldo dependía en parte de su capacidad para aleonar a sus pupilos, los describió como “ovejas listas para ser sacrificadas”.

Estados Unidos venía de perder 3 a 1 con España en el estreno, completando una seguidilla de siete derrotas internacionales consecutivas desde el Mundial de 1934. El balance era de dos goles a favor y 45 en contra. Para la mayoría de sus jugadores, el fútbol era solo una distracción. Walter Bahr era profesor de secundaria; Frank Borghi conducía un coche fúnebre; Joe Gaetjens, un inmigrante de origen germano-haitiano que ni siquiera tenía pasaporte estadounidense, trabajaba a medio tiempo lavando platos en un restaurante de Manhattan para financiar sus estudios de contabilidad en Columbia. Otro era cartero y uno trabajaba en un molino. Ben McLaughlin ni siquiera pudo viajar porque su empleo se lo impedía. La escuadra fue seleccionada a última hora, no se conocían entre sí y entrenaron juntos solo una vez, el día antes de partir a Brasil.

La tarde del match, un extraño cable brotó desde Belo Horizonte: “England 0-U.S. 1”. “Los editores del New York Times”, escribió Sports Illustrated, “tardaron en imprimir el resultado porque pensaron que se trataba de un error de transmisión; el resultado debía haber sido 10-1, a favor de Inglaterra”. No había error alguno. El único tanto recayó en Joe Gaetjens, el lavaplatos de Manhattan. Los periódicos de los países en competencia festinaron con la sensación. Excepto en las naciones involucradas, paradojalmente.

En Estados Unidos, porque el rating del fútbol era muy modesto. Tanto, que el único periodista presente, Dent McSkimming, era un cabeza dura que, incapaz de convencer a sus empleadores de cubrir el evento, viajó a costa de sus propias vacaciones. Aun así, ni siquiera su propio periódico, el St. Louis Post-Dispatch, utilizó su reporte, y empleó en su lugar su cuenta en un servicio de cables internacionales. En Inglaterra, porque en esa misma jornada negra su seleccionado de críquet perdió por primera vez contra un popurrí de países y dependencias caribeñas llamado Indias Occidentales.

Billy Wright, el capitán inglés, adjudicó la derrota al arbitraje: “Mr. Dattilo de Italia, quien parecía determinado a impedir que nada tan insignificante como las reglas del juego se interpusiera entre Estados Unidos y la victoria”.

Gaetjens canalizó su fama en el fútbol francés, pero no hizo gran cosa. Luego fundó una lavandería, y más tarde volvió a reivindicar sus raíces a Haití, donde desapareció misteriosamente en manos de la temible policía de Papa Doc (irónicamente, fue el mismo gobierno haitiano el que emitió una estampilla conmemorativa de Gaetjens en 2000).
En años sucesivos, Inglaterra vengaría la derrota humillando a EEUU 6 – 3, 8 – 1, 10 – 0 y 5 – 0, pero es ese 0 – 1 el que quedó grabado en la memoria.

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Fuentes

Adrian Durham. "Is He All That?: Great Footballing Myths Shattered". Ed. Simon and Schuster, 2013. ISBN: 9781471131615. Pág.63 https://books.google.cl/books?id=MfHdh2Qms0oC&pg=PT63 Donn Risolo. "Soccer Stories: Anecdotes, Oddities, Lore, and Amazing Feats". Ed. University of Nebraska Press, 2010. ISBN: 9780803230149. Localización: 2164

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