Cuando los dioses bajan (o aterrizan) del cielo

Cuando los dioses bajan (o aterrizan) del cielo

Cuando los dioses bajan (o aterrizan) del cielo

Desfile de Charles Lindbergh en nueva York, junio de 1927. Más peligroso morir por una guía telefónica sobre la cabeza que cruzando el Atlántico en solitario

Luego que Charles Lindbergh sobrevoló el Atlántico en 1927, se destapó una locura inédita.

Al aterrizar en París, la muchedumbre arrancó trozos de la tela del avión para atesorarla. La mañana siguiente, se reunió más de una tonelada de objetos perdidos, incluyendo seis dentaduras postizas.

En los primeros cuatro días, los periódicos de EE.UU. escribieron unas 250.000 notas, sumando unas 36 millones de palabras. Lindbergh estaba suscrito a un servicio de recortes de prensa, a enviar a su madre. La mujer se horrorizó ante la flota de camiones con el envío de varias toneladas de papel. Por semanas la portada de Time fue sobre aviación.

Lindbergh voló luego a Londres. Para evadir al gentío, hubo que sacarlo del aeropuerto en auto, escondido bajo una manta e informando que transportaban a una mujer herida.

De vuelta en EE.UU., hubo que limpiar 1.800 toneladas de papel picado tras su desfile triunfal en Nueva York, doce veces más que las 155 arrojadas al fin de la 1° Guerra Mundial. Y no todo el papel era picado: en el frenesí, se lanzaron guías telefónicas completas, agendas y directorios.

Lindbergh recibió más de 3,5 millones de cartas y 15.000 paquetes con regalos. Tantas cartas contenían la respuesta prepagada, que había unos US$ 100.000 (US$ 1,4 millones de 2017) en estampillas. Western Union asignó 38 empleados a tiempo completo al asunto. Cuando la madre del piloto regresó, 500 policías se apostaron en la estación de trenes para contener a las masas.

Luego inició un tour donde se lo homenajeó sin descanso. Las servilletas que usaba y los huesos que dejaba en los platos se los peleaban en las cocinas. Los cheques que pagaba rara vez eran canjeados, porque sus dueños solían enmarcarlos en su lugar.

Se propuso renombrar el estado de Minnesota -de donde era nativo el aviador- como Lindberghia. Además, Walt Disney se inspiró en la hazaña para crear un personaje de un ratoncito piloto, al que primero llamó Oswald, pero pronto renombró Mickey.

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En 1927, Clarence Chamberlain y Bert Acosta batieron el récord de permanencia en el aire con 51 horas ininterrumpidas. Al mismo tiempo, realizaron otra hazaña, pero involuntaria. Un distraído miembro del equipo les dejó agua jabonosa en las cantinas, por lo que no tuvieron nada que beber durante dos días.

Fuentes

Bill Bryson. “One Summer: America, 1927”. Ed. Doubleday, 2013. ISBN 9780385537827