Y en efecto, a nadie le importó

Y en efecto, a nadie le importó

Y en efecto, a nadie le importó

Tras la muerte de Antoine Lavoisier en 1794, padre de la química moderna, fue erigida en París una estatua en su honor. Tras algún tiempo, alguien hizo notar que la estatua no correspondía a Lavoisier. Interrogado, el escultor admitió que había usado la cabeza del matemático y filósofo Marquis de Condorcet (aparentemente, le sobraba una), suponiendo que nadie lo notaría o, de notarlo, nadie le daría importancia.

En efecto, pese al hallazgo la estatua permaneció en su lugar hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando fue fundida para reutilizar el material.

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Fuentes

Bryson, Bill. "A Short Story of Nearly Everything". Ed. Black Swan, 2004. ISBN 0552997048. Pág. 135